dimarts, 2 de juny del 2009

Leo Strauss





Nacido el 20 de septiembre de 1899 en Kirchain, en la región de Hessen (Alemania) y fallecido el 18 de octubre de 1973, era hijo de Hugo Strauss y Jannie David. Leo Strauss era hijo de un piadoso comerciante judío, habitual de la sinagoga de su ciudad y a los 17 años ya era sionista.. Estudio bachillerato en Marburg y durante la Primera Guerra Mundial fue reclutado por el ejército en donde sirvió como intérprete. Acabado el conflicto, en 1921, se doctoró en filosofía en la Universidad de Hamburgo.

Dirigió sus primeros pasos por el existencialismo y orientó sus estudios hacia la filosofía de Husselr y de Heidegger. Su primer libro, sobre el filósofo judío Spinoza fue publicado en 1930. En un momento en el que el antisemitismo aumentaba en Alemania, Strauss se había especializado en la filosofía judía medieval y había sido contratado en Berlín por la Academia de Investigación Judía. Provisto de una beca, abandonó Alemania 1932; primero se estableció en París (donde se casó) y luego en Cambridge en 1938. Su segundo libro, publicado cuando el nacionalsocialismo ya se encontraba en el poder, en 1935, trataba sobre Maimónides. En Londres, publicó un estudio sobre la filosofía política de Hobbes. Acto seguido, pasó a EEUU de donde no volvería a salir en toda su vida.

A partir de 1937 fue profesor en la Universidad de Columbia y luego, de 1938 a 1948 enseñó Ciencias Políticas y Filosofía en la New School for Social Research de Nueva York, en donde permanecería hasta su jubilación en 1968. Sus libros, a partir de esos momentos, empiezan a ser extraños e incluyen enigmáticas especulaciones de aparente inocuidad. Esta tendencia se hará aún más palpable a partir de 1949 cuando fue contratado como profesor de filosofía política de la Universidad de Chicago. De este pargo período destacan sus obras sobre Maquiavelo (1958), Sócrates y Aristófanes (1966), Derecho Natural e Historia (1953), La Ciudad y el Hombre (1964) y Liberalismo Antiguo y Moderno (1968).

Pasó sus últimos años de enseñanza, entre 1968 y 1973, como profesor honorario en las universidades de California y Maryland, período en el cual profundizó sus estudios sobre la Grecia clásica. Falleció en 1973 en Annapolis.

Quedan tras él muchos seguidores que le conocieron de cerca y asimilaron sus enseñanzas, alumnos que hoy son ellos mismos figuras de la academia, la política o las artes. Son los conocidos como straussians o estrausianos, escuela que sigue siendo una voz influyente en la ciencia política norteamericana. Pues bien, efectivamente, estos strausianos con conocidos por otros como “la cábala” y, en cualquier caso, constituyen la médula del pensamiento neoconservador norteamericano, el motor ideológico de la administración Bush.

Para Strauss la verdad es peligrosa y destructiva para la sociedad. Desde el principio de los tiempos, los hombres han elaborado mentiras para poder vivir con más tranquilidad. La religión, por ejemplo. La esperanza en el más allá, en el castigo a los malos y en el premio a los buenos, la reencarnación, la resurrección, la vida eterna, la imagen misma de Dios… todo ello no son más que esperanzas para poder vivir. Son “mentiras necesarias”, sin las cuales, lo más probable es que la mayoría de seres humanos se desesperarían e incluso se suicidarían al saber que este valle de lágrimas no tiene un final feliz. Strauss, aprendió de Nietsche que sólo unos pocos están en condiciones de conocer la verdad sin derrumbarse. Los filósofos no pueden decir lo que piensan verdaderamente.

En su análisis sobre Aristóteles y Platón, Strauss había descubierto algunos elementos incomprensibles, de una banalidad exasperante que era indigno del pensamiento de aquellos sabios. Examinando otros textos sapienciales de la antigüedad, llegó a la conclusión de que los antiguos utilizaban frecuentemente distintos niveles de lenguaje (Al-Farabi le indujo también esta idea) el más profundo de los cuales está dedicado a aquellos escasos y especiales seres capaz de comprenderlo. Si no hubieran utilizado el secreto, los filósofos de la antigüedad, habrían sido frecuentemente perseguidos y linchados por los ciudadanos. Nadie puede soportar la verdad si esta ataca lo más íntimo de sus esperanzas, sin reaccionar airadamente.

Sabemos cuales eran las fuentes del pensamiento de Staruss en la antigüedad: Aristóteles, Platón, Maimónides, Al-Farabi… pero también es altamente tributario de tres pensadores modernos: Federico Nietzsche, Martin Heidegger y Carl Schmitt a los que da una interpretación particular.

De Heidegger, Strauss extrae el odio por la modernidad, el rechazo al cosmopolitismo universalista y a la sociedad corrupta que el filósofo debe contribuir a reformar sino a destruir. De Schmitt, la necesidad de establecer claramente distinciones entre amigo-enemigo y la “reteologización de lo político, la unión de política, religión y moral”. No es que le interese ni la religión ni la moral, pero considera que tienen una capacidad de movilización muy superior a la política. Strauss cree que religión y moral son un fraude elaborado conscientemente por los sabios para tranquilizar a quienes no están dispuestos a conocer la verdad. De Nietzsche extrae la concepción del “hombre superior” que, para él, es el “filósofo”, considerando como tal a aquel que conoce la verdad.

Los “filósofos” deben ocultar sus posiciones para no herir los sentimientos y el ego de las personas y para protegerse a ellos mismos y a la élite de gobierno de las posibles represalias. Entonces es cuando aparece la sombra Nietzsche sobre el pensamiento de Strauss.

No existe, para el “filósofo”, otro derecho natural que el de los superiores sobre los inferiores, los amos sobre los esclavos y los “filósofos” sobre la plebe. Son lo que Strauss llama “las enseñanzas tiránicas de los antiguos”. Manejando citas de Platón y textos clásicos, entre otros sobre la escuela pitagórica, concluye que los “antiguos estaban decididos a mantener estas enseñanzas tiránicas en secreto porque no era probable que el pueblo tolerara el hecho de que estaban destinados a la subordinación”. En efecto, podrían exteriorizar su resentimiento en forma de persecución y, para evitarlo, la mentira debía ser el chaleco antibalas de los “filósofos” y de la élite de los superiores, frente al vulgo.

LOS TRES TIPOS HUMANOS SEGÚN STRAUSS

El tres es el número clave para Straus como lo fue también para Al-Farabi. Cada individuo en la sociedad puede ocupar, desde su perspectiva, tres estratos: “sabios”, “señores” o “gentiles” y “vulgo”. Shadia Drury, comentarista de Strauss, nos los define: “Los sabios son los amantes de la dura verdad desnuda y sin alteraciones. Son capaces de mirar al abismo sin temor y sin temblar. No reconocen ni Dios ni imperativos morales. Son devotos, por sobre todas las cosas, de la búsqueda por sí mismos de los “altos” placeres, que procura simplemente el asociarse con sus jóvenes iniciados. El segundo grupo, los gentiles, son amantes del honor y la gloria. Son los más cumplidores de las convenciones de su sociedad –es decir, las ilusiones de la cueva. Son verdaderos creyentes en Dios, en el honor y en los imperativos morales. Están listos y deseosos de acometer actos de gran heroísmo y autosacrificio sin previo aviso. Los del tercer tipo, la mayoría del vulgo, son amantes de la riqueza y el placer. Son egoístas, holgazanes e indolentes. Pueden inspirarse para elevarse por encima de su embrutecida existencia sólo por el temor a la muerte inminente o a la catástrofe”.

Strauss, siguiendo a Platón, creía que el ideal político supremo es el gobierno de los sabios, pero tal gobierno es imposible por que en las democracias formales es el “vulgo” quien decide. Así pues será necesario recurrir a la mentira y a la simulación para controlar y manipular al vulgo. Utilizando una cita ilocalizable de Jenofonte, alude a que “el gobierno encubierto de los sabios”, es facilitado por “la abrumadora estupidez” de los gentiles, los cuales “mientras más crédulos, simples y poco perceptivos sean, más fácil será para los sabios controlarlos y manipularlos”.

Es fácil comprender el drama de Strauss, extremadamente alejado de la modernidad y de sus valores. Para él, la justicia, el orden, la estabilidad, el respeto a la autoridad, carecen de sentido por que son precisamente estos valores en los que se reconoce el vulgo. En nuestra época, el vulgo ha tenido todo aquello a lo que aspiraba en otras épocas, pero, ni siquiera con esto han remediado su situación, todo lo contrario, de hecho, hoy están más reducidas que nunca a su papel miserable de bestias de carga. Los cuarenta años que pasó Strauss en EEUU no sirvieron para que aceptara los valores de la mentalidad de aquel país. En realidad, estaba convencido de que el proceso degenerativo de los tiempos modernos estaba más avanzado en EEUU que en cualquier otro lugar y que la vida, tal como previera Carl Schmitt se había trivializado.

La combinación entre democracia formal, economía liberal y trivialización de la vida, terminarían, según Schmitt y Strauss, destruyendo la política y convirtiendo la vida en un entretenimiento. En realidad, Schmitt y Strauss coinciden en percibir la política como un conflicto entre grupos enemigos dispuestos a competir y luchar hasta la muerte. El ser humano, para Strauss, lo es sólo en tanto está dispuesto a luchar, vencer, o morir.

Fuente: http://infokrisis.blogia.com/2004/101501-leo-strauss-los-abismos-del-pensamiento-conservador.php