dilluns, 29 d’octubre del 2012

La filosofía hermenéutica de H. G. Gadamer



Hans-Georg Gadamer (*Marburgo 11 de febrero de 1900 – †Heidelberg 13 de marzo de 2002) fue un filósofo alemán especialmente conocido por su obra Verdad y método (Wahrheit und Methode) y por su renovación de la Hermenéutica.Es el fundador de la Escuela Hermenéutica. Sostenía que la interpretación debe evitar la arbitrariedad y las limitaciones surgidas de los hábitos mentales, centrando su mirada en las cosas mismas, en los textos. Afirma que siempre que nos acercamos a un texto lo hacemos desde un proyecto, con alguna idea de lo que allí se dice. A medida que profundizamos la lectura, este proyecto va variando y se va reformulando según la lectura nos vaya confirmando o alterando nuestra precomprensión. Como este proceso puede prolongarse al infinito, nunca podemos afirmar que hemos dado la interpretación última y definitiva. El proyecto filosófico gadameriano, tal como queda definido en Verdad y método, fue elaborado en relación directa con la hermenéutica filosófica. El logro de Gadamer residiría en descubrir y mostrar la naturaleza de la comprensión humana a nivel teórico-metodológico: la verdad está íntimamente ligada al método y no puede considerarse una sin la otra. Gadamer fue muy crítico con los dos enfoques metodológicos que se emplean en las ciencias humanas (Geisteswissenschaften). Por un lado, fue crítico con los enfoques modernos que buscan modelar el método de las ciencias humanas en base al método científico. Por otro lado, también es crítico con el método tradicional de las humanidades cuyo enfoque se hace explícito en la obra de Wilhelm Dilthey, quien creía que para lograr una interpretación correcta de un texto era necesario desentrañar la intención original que manejaba el autor cuando lo escribió. Gadamer en Verdad y método ha intentando mostrar cómo la ciencia metodológicamente positivada no basta para dar cuenta de los problemas gnoseológicos que afectan específicamente a las así llamadas ciencias del espíritu. Toda la teoría de Gadamer se dirige a dar una explicación del hecho según el cual la lectura de un texto o mensaje no produce inmediatamente su comprensión. Se trata, en definitiva, de explicar por qué se hace necesaria, además la “interpretación” de lo que en toda comunicación se transmite. El entender no es entonces algo inmediato, sino resultado de un esfuerzo hermenéutico. La hermenéutica es el arte de la interpretación de textos, el esfuerzo intelectual que intenta fijar su sentido. Gadamer intenta mostrar cómo el carácter interpretativo es no sólo esencial para toda humana comprensión, en la medida en que el malentendido no es meramente un accidente esporádico del conocimiento, sino una tendencia consustancial a él, que ha de ser siempre mantenida bajo un control hermenéutico. Hermenéutica es entonces el intento de encontrar una respuesta a la pregunta de cómo sea posible la comprensión allí donde el objeto de ésta no está inmediatamente dado y existe así una tendencia a esa discontinuidad sujeto-objeto cuyo nombre habitual es el de malentendido. La hermenéutica surge entonces como una extrapolación al ámbito de la teoría antropológica del conocimiento, de una metodología auxiliar de la historia que tiene como objeto fijar el sentido de los textos y asegurar así la correcta transmisión de contenidos inteligibles a lo largo del tiempo. La transmisión histórica de sentido, que tiene el nombre tópico de tradición, se convierte en prototipo de toda comunicación, precisamente en su carácter problemático, no inmediato y dado a la distorsión. Interpretación, verdad e historia La cuestión básica de nuestro tiempo consiste para Gadamer en preguntarnos y pensar qué relación guarda nuestra experiencia vital del mundo con la autoridad científica que parecer ser la única en ofrecer la “correcta experiencia del mundo”. Por otro lado, el problema de la comprensión no es sólo un problema específico de las ciencias del espíritu, sino que pertenece a la experiencia humana del mundo. Más que un método, la hermenéutica designa sobre todo una capacidad natural del ser humano que lo define ontológicamente. Para Gadamer la hermenéutica encierra una pretensión de verdad, no reducible a la ciencia ni verificable con los medios de la metodología científica. La hermenéutica de Gadamer pretende “sobrepasar” la abstracciónque es la ciencia, así como la reducción de la comprensión hermenéutica a metodología de la ciencia del espíritu. La comprensión y el acuerdo a que aspira son la forma efectiva de la realización de la vida social, cuya formalidad última es ser una comunidad de diálogo, de cuyo debate no está excluida ninguna experiencia del mundo. Pero eso la hermenéutica es la matriz de toda forma de vida y de experiencia.

 El círculo hermenéutico

 El círculo hermenéutico surge cuando en la comprensión de un texto es necesario anticipar el sentido de su totalidad, de la cual cada uno de los momentos textuales es visto como parte. Estas partes se entienden en la medida en que “encajan” en el modelo de sentido anticipado. Pero cada uno de estos momentos parciales tiene capacidad de corregir el supuesto sentido total, que se va no sólo ampliando, sino reconstituyendo conforme se explicitan sus contenidos parciales, es decir, en la medida en que éstos no encajan en el modelo. Entender la totalidad es entonces condición de posibilidad para la comprensión de las partes individuales como momento del contexto total, el cual a su vez es resultado de la totalidad de momentos textuales individuales. La historicidad de la comprensión Partiendo de la diversidad sujeto-objeto que es esencial para la constitución de una tradición histórica, se trata de aclarar cómo es posible asimilar y comprender la totalidad, supuestamente de sentido, que históricamente se transmite. En orden a alcanzar una respuesta, Gadamer se deja guiar por la experiencia de la obra de arte. En ella se pone de manifiesto una totalidad de sentido, no solamente personal, sino también social e histórica. El que goza del arte reunifica consigo mismo, con el mundo en el que vive y con la tradición que en el arte se comunica: el arte representa un sentido transindividual e incluso infinito, por cuanto no se limita a su objeto y vivencia particular. En la medida en que contemplamos en el mundo una obra de arte –y en la obra de arte individual a su vez un mundo–, esta obra no se queda en un universo extraño …; más bien nosotros aprendemos en ella a entendernos a nosotros mismos, es decir, superamos la discontinuidad de la vivencia en la continuidad de nuestra existencia. Por ello, “la vivencia estética contiene siempre la experiencia de una totalidad infinita”. La obra de arte es esencialmente su propia representación. Esta afirmación tiene como consecuencia el que, puesto que las posibilidades de representación están aún abiertas, lo que una obra de arte verdaderamente es, su sentido, no puede ser acabadamente determinado mientras la historia esté inconclusa; de tal forma que a su esencia pertenece constitutivamente la temporalidad. Por otra parte, el sujeto que tiene que entenderla forma parte del espectáculo en que ella consiste. Por ello, la conclusión es doble: “el encuentro con el arte es encuentro con un suceso inacabado y él mismo parte de este suceso”. Pues bien, lo mismo que ocurre con el arte sucede con la historia en su totalidad, y con todo lo que, como parte de la tradición, se nos transmite en ella. Pues la historia todavía no ha terminado: nosotros mismos, como los que la entendemos, estamos en ella, como miembros condicionados y finitos de una cadena que continúa. Del mismo modo como la palabra en el contexto de la frase, el texto hay que entenderlo en conexión con la obra, ésta en conexión con la vida de su autor, ésta en el contexto de su época, ésta en relación con la historia de una cultura, y ésta como el elemento en la totalidad de la historia universal, de la que forma parte nuestro mismo esfuerzo hermenéutico. Es así como se hace posible la comprensión histórica; pues en el principio de toda hermenéutica histórica tiene que estar la disolución de la contraposición abstracta entre tradición e historiografía, entre historia y nuestro saber de ella. El saber histórico sólo es posible en una mediación entre presente y pasado, que tiene como condición de posibilidad la fusión de estos horizontes, supuestamente independientes. El horizonte del presente no se forma en absoluto sin el pasado. Un horizonte del presente para sí no existe, como tampoco horizontes históricos que hubiese que ganar. Más bien es el entender siempre el proceso de fusión de estos horizontes pretendidamente independientes. La tesis de Gadamer es que la alteridad entre pasado y presente, instituciones e individuos o diferentes culturas nunca puede ser absolutamente superada; y el signo de esta imposibilidad es precisamente la irreductibilidad de la historia a otra cosa que a su propio acontecer. La tradición es algo dado y en lo que estamos inmersos; no porque ella nos pertenezca, sino, más bien, porque nosotros le pertenecemos a ella; y todo esfuerzo por asimilarla nunca puede ser un acto transhistórico de una conciencia absoluta, sino él mismo parte de la tradición que comprende. La tradición se convierte en un absoluto que, a través de sus sujetos históricos, se transmite a sí misma. Ella es a la vez emisor y receptor de esa comunicación. La objetividad histórica no es, por tanto, sólo algo objetivo que esté frente a nosotros y que pudiese ser acabadamente comprendido, sino que también está tras nosotros, imponiendo los prejuicios a partir de los cuales accedemos a su comprensión. Ciertamente estos prejuicios pueden y deben ser corregidos; pero no podemos olvidar que esta corrección se da como acto de la misma tradición, que se reajusta en cada transmisión. Frente al saber que se sabe a sí mismo, Gadamer propone la idea de una tradición que se transmite a sí misma, reinterpretándose, es decir, modificándose, en el transcurso del tiempo. Totalidad de sentido transmitida históricamente e individuo que la interpreta, constituyen así un todo hermenéutico circular. Este círculo no se puede cerrar en un acto absoluto de reflexión, en el que acabaría la historia. La tradición es, frente al intérprete, algo opaco, que no puede ser reducido en él a autodeterminación, sino que es en efecto algo extraño que se impone heterónomamente, con un sentido que tenemos que presuponer, porque no está dado, poniendo así en marcha esa anticipación que da origen al proceso interpretativo. El círculo hermenéutico no se puede cerrar en una reflexión; no sólo por incapacidad del sujeto, sino también por incapacidad de ese objeto que es la tradición. Ella está mediada por su recepción; de modo que se transforma a sí misma en cada nueva interpretación. Por ello, la objetividad histórica no es susceptible de una interpretación definitiva, pues, en la medida en que cada nuevo intérprete se incorpora al sentido que hay que comprender, también cada nueva época puede interpretar correctamente y de forma distinta el texto u objeto de que se trata. La conclusión de Gadamer es que la comprensión de la historia forma parte de ella. Lo que ha pasado puede ser comprendido, pero no juzgado a partir de esta comprensión, que forma ella misma parte del acontecer temporal.