Dialéctica de la Ilustración es una obra escrita por Theodor Adorno y Max Horkheimer, ambos autores dedicados a la llamada Teoría crítica,
corriente comprometida con un compromiso social emancipatorio de las
estructuras establecidas en la sociedad moderna. En sus páginas
encontraremos un análisis crítico de la cultura de masas y del fascismo al mismo tiempo que se vincula el concepto de Razón con el sistema social moderno. Para entender esta obra es necesario hacer referencia al concepto kantiano de Ilustración e Iluminismo.
Esta obra, contextualizada en 1944, circulará de manera underground
durante los años 50 y 60, convirtiéndose, sin embargo, en un texto de
cabecera. La propuesta central del libro será la defensa de que el Holocausto
no es un acontecimiento casual sino una consecuencia ideológica de la
forma en la que está constituido el Imperio de Occidente. También hay
que reflexionar sobre el hecho de que ambos filósofos no sostienen en
absoluto la idea de que nuestra sociedad sólo sea capaz de generar
sistemas totalitarios. Desde este punto de vista la Teoría Crítica
debería impulsar un cambio social. La sociedad habría creado un concepto de razón
definiéndiola como un instrumento de dominio de la naturaleza y del
semejante. No nos dábamos cuenta de la trampa en la que, al pensar esto,
estábamos cayendo. Porque al dominar la naturaleza el humano debe
dominarse a sí mismo, reprimir lo que hay en él de naturaleza, con ello
se disuelve la individualidad creadora en la racionalidad económica.
Como consecuencia, un enfoque positivista de la ciencia sería también
otra medida de control. Así, la forma de pensar de la Ilustración gira en torno a la razón, y este sistema racional sienta las bases de una filosofía que daría lugar a la sociedad moderna. El llamado racionalismo
remite a una forma de pensar heredada y tratada como una verdad
absoluta, lo cual es erróneo. La sociedad moderna es, pues, una sociedad
donde el conocimiento científico adquiere un valor superior a cualquier
otro.
Según Adorno y Horkheimer, lo que se entiende por Razón funciona como
un mecanismo de dominio sobre la naturaleza y el otro. Sin embargo,
pensar de manera racional no supone una actitud de despotismo. El concepto de razón dominante ha funcionado en relación con un sistema de poder cultural y político, en el cual, tener razón
supone tener autoridad. Es por esto por lo que el poder del
conocimiento científico se pone al servicio de los intereses dentro de
un sistema autoritario.
Análisis de la obra
En el inicio de la DI hay, como en el origen de la Teoría Crítica (TC), una experiencia histórica dolorosa, dramática para Horkheimer y
Adorno: la humanidad —escriben en 1944— no sólo no ha avanzado hacia el
reino de la libertad, hacia la plenitud de la Ilustración, sino que
más bien retrocede y «se hunde en un nuevo género de barbarie». Horkheimer y Adorno se proponen comprender las razones de este drama, de esta sombría «regresión» (p. 53), que significaba para ellos el «fin de la Ilustración» (p. 52), más aún, «la autodestrucción de la Ilustración» (p. 53). Impelidos, sin duda, por la trágica experiencia de la barbarie, calan hondo en su análisis y llegan al convencimiento de la existencia de una paradoja en la Ilustración misma, paradoja que formulan en la conocida doble tesis: «El mito es ya Ilustración; la Ilustración recae en mitología» (p. 56), y como tal se convierte
en la tesis central de la DI. Horkheimer y Adorno la desarrollan, en
efecto, en el primer ensayo o capítulo del libro, al que ellos mismos consideran la «base teórica» de los siguientes (Ibid). No en vano llevó, en la edición original de 1944, el título que después pasó a ser el título del libro. Pero, ¿qué significa realmente esta tesis?
1. El mito es ya Ilustración o En el principio era el dominio
1. El mito es ya Ilustración o En el principio era el dominio
En una de las conferencias que Horkheimer dio en la Columbia University el mismo año de la aparición de los Fragmentos y que más
tarde se convertirían en el cuerpo de su Eclipse of Reason (1947) —traducida al alemán y conocida desde entonces como Crítica de la razón instrumental (1967)— hallamos la clave para la comprensión de esta primera tesis: «La enfermedad de la razón —escribe Horkheimer— radica en su propio origen, en el afán del hombre de dominar la naturaleza». Es decir, la Ilustración nace bajo el signo del dominio.
Su objetivo fue, desde un principio, «liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores» (p. 59). Y su programa: «el desencantamiento del mundo» (Ibid.) para someterlo bajo su dominio. La Ilustración disuelve los mitos e introniza el saber de la ciencia, que no aspira ya a «la felicidad del conocimiento» (p. 60), a la verdad, sino a la explotación y al dominio sobre la naturaleza desencantada. En el proceso de Ilustración el conocimiento se torna en poder y la naturaleza queda reducida a «pura materia o sustrato de dominio» (p. 65). La Ilustración opera según el principio de identidad: no soporta lo diferente y desconocido. Y ello marca el curso de la desmitologización, de la Ilustración, que termina reduciendo todo a la «pura inmanencia» (p. 70). La Ilustración se relaciona con las cosas «como el dictador con los hombres» (p. 64): las conoce en la medida en que puede manipularlas, someterlas. En este proceso, la «mimesis» (p. 66) es desplazada por el dominio, que ahora se convierte en «principio de todas las relaciones» (p. 64). Pero esta «enfermedad de la razón», esta querencia de la Ilustración al dominio, que ha determinado el curso de la entera «civilización europea» (p. 68), está presente ya —según la tesis— en el mito mismo. En el mito hay ya un mojnento de Ilustración, mejor, el mito es ya el primer estadio de la Ilustración: «Los mitos que caen víctimas de la Ilustración eran ya producto de ésta» (p. 63). En ellos late ya la aspiración al dominio. Los mitos, en efecto, querían «narrar, nombrar, contar el origen» y, por tanto, «explicar» (p. 63), es decir, en definitiva, controlar y dominar, tal y como se hace explícito con el paso del mito a las mitologías, de la narración a la doctrina, de la contemplación a la racionalización. Se impone la lógica discursiva, el cálculo. La «sustitución en el sacrificio» (p. 65) es ya un paso en ese sentido. Al final, «el mito se disuelve en Ilustración y la naturaleza en "mera objetividad» (p. 64). El proceso de Ilustración es, pues, un proceso de «desencantamiento del mundo» que se revela como un proceso de progresiva racionalización, abstracción y reducción de la entera realidad al sujeto bajo el signo del dominio, del poder. En cuanto tal, este proceso, que quiso ser un proceso liberador, estuvo viciado desde el principio y se ha desarrollado históricamente como un proceso de alienación, de cosificación.
2. La Ilustración recae en mitología o La venganza de la naturaleza
Esta segunda tesis parece, de entrada, contradecir la anterior, pero en realidad no es sino la otra cara de la misma. La Ilustración se inició bajo el signo del dominio y de la reductio ad hominem (cf. p. 62) y ha aplicado con tal furia y consecuencia estos principios que el proceso de la entera civilización europea, dominado por ella, ha terminado por eliminar no sólo el mito, sino todo «sentido» que trascienda los hechos brutos: «En el camino de la ciencia moderna —escriben Horkheimer y Adorno— los hombres renuncian al sentido» (p. 61). Con lo cual, la Ilustración misma ha caído víctima de su propia lógica reductora y ha retornado a la mitología, a la necesidad y la coacción de la que pretendía liberar a los hombres. Horkheimer y Adorno lo expresan con gran fuerza en uno de los pasajes más logrados de la DI: «La propia mitología ha puesto en marcha el proceso sin fin de la Ilustración, en el cual toda determinada concepción teórica cae con inevitable necesidad bajo la crítica demoledora de ser sólo una creencia, hasta que también los conceptos de espíritu, de verdad, e incluso el de Ilustración, quedan reducidos a magia animista... Como los mitos ponen ya por obra la Ilustración, así queda ésta atrapada en cada uno de sus pasos más hondamente en la mitología» (p. 67). La recaída de la Ilustración en mitología es la recaída del espíritu, que emergió con ella, bajo el dominio ciego de la naturaleza. Ésta se venga así de la explotación a que ha sido sometida por el hombre en el exterior y de la represión que ha sufrido en el interior del mismo sujeto, configurado según el principio de la autoconservación y el dominio. En definitiva, la naturaleza se rebela y se venga por haber sido olvidada por el espíritu en el proceso de Ilustración, que, por lo mismo, ha sido al mismo tiempo un proceso de alienación, de cosificación. En el inicio de este proceso —dicen Horkheimer y Adorno en uno de los aforismos en la última parte de la DI— hubo «una pérdida del recuerdo» (p. 275) que lo hizo posible. En el fondo, concluyen, «toda reificación es un olvido» (Ibid.)
Ésta es, en síntesis, la tesis de la DI, su «base teórica», su contenido. Los cuatro ensayos que siguen no añaden ningún contenido nuevo; sólo tienen la función de «verificar» la tesis básica en la realidad histórica. Los dos primeros, de forma directa y expresa. En ellos se pone de manifiesto la «dialéctica de la Ilustración» en dos momentos históricos claves de la civilización europea: la Ilustración griega (representada por la Odisea de Homero) y la Ilustración moderna (reflejada en la obra de Sade). Los dos capítulos siguientes recogen material de dos proyectos de investigación del Instituto de Investigación Social sobre dos fenómenos de la realidad político-social de aquel momento, en los que la «dialéctica de la Ilustración» se manifestaba en toda su crudeza: la cultura de masas (en la sociedad avanzada de Estados Unidos) y el antisemitismo (a uno y otro lado del océano). Por último, en el libro se recogen una serie de aforismos que contienen ráfagas de pensamiento sobre puntos o destellos de la dialéctica de la Ilustración y son, a la vez, esbozos de lo que podría ser aquel «concepto positivo» de Ilustración (p. 56) que Horkheimer y Adorno pretendían justamente preparar con su DI y que expresamente anuncian como una «antropología dialéctica» (p. 57). Los aforismos cierran, pues, el libro enlazando con el prólogo donde se explicitaba ese objetivo que en ellos sólo quedaba esbozado. Más allá de estas relaciones entre los ensayos que la componen, la DI no contiene otra unidad. Conscientemente quisieron sus autores, por eso, que apareciera bajo el título de Fragmentos filosóficos.
DIALÉCTICA DE LA ILUSTRACIÓN, de Adorno y Horkeheimer (descarga)
Fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Dial%C3%A9ctica_de_la_Ilustraci%C3%B3n
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