diumenge, 7 de febrer del 2010

VI: Enzensberger y la industria de la conciencia


Hans Magnus Enzensberger es un poeta y ensayista alemán nacido en Kaufbeuren, Algovia oriental, Alemania, el 11 de noviembre de 1929.

Después de realizar estudios de Germanística, Literatura y Filosofía en las universidades de Erlangen , Friburgo y Hamburgo, en Alemania, y en la Sorbona de París, se dedicó al periodismo en la radio. Figura polifacética, ha alternado su trabajo como profesor con la literatura, el ensayo, el periodismo y la actividad editorial. En 1965 fundó la revista Kursbuch y desde 1985 dirige una colección literaria. Ha vivido en Noruega, Italia, Estados Unidos, México y Cuba, además de en Alemania.

Enzensberger inició su carrera literaria en 1957, con la publicación del libro de poemas Defensa de los lobos, al que siguió otro poemario, Hablar alemán (1960). Entre 1965 y 1975 perteneció al Grupo 47, una asociación de escritores inscrita al movimiento por la revitalización de la lengua y la literatura alemanas tras el trágico paréntesis del periodo nazi y de la II Guerra Mundial, y a la difusión de una nueva cultura alemana democrática y cosmopolita. En sus ensayos de esta época emprendió una crítica a fondo del sistema político y de los medios de comunicación: Detalles (1964), Política y delito (1964) y Elementos para una teoría de los medios de comunicación (1971). Durante el movimiento estudiantil de 1968, Enzensberger llamó a las intelectuales a tomar parte activa en la alfabetización política de Alemania, una idea que él mismo puso en práctica en la obra de carácter documental El interrogatorio de La Habana (1970) o en la novela El corto verano de la anarquía: vida y muerte de Durruti (1972). Su interés por los asuntos políticos, culturales y sociales del mundo contemporáneo y su aversión hacia todo tipo de pensamiento conformista le llevaron, durante el proceso de reunificación alemana, a criticar con dureza la actitud de los partidos políticos de la izquierda, a los que acusó de no haber sabido impulsar una nueva orientación política. Europa, Europa, un libro a medio camino entre el reportaje periodístico y la novela, nos ofrece una fotografía viva y contrastada del Viejo Mundo, que es para Enzensberger el espejo de sus temores y sus esperanzas.

A partir de su experiencia como periodista, teoriza acerca de los medios y recupera el optimismo del dramaturgo Bertolt Brecht y sus teorías posibilistas sobre el uso de la radio, que traslada al espacio de los nuevos medios. Los medios de comunicación tradicionales aparecen como una extensión de la industria, 'la industria de la conciencia', pero también por ello como un instrumento de manipulación y política y cultural. Los medios, así entendidos, ejercen un papel de control hegemónico, al modo de Gramsci, en virtud del cual se produce una esterilización cultural y la aceptación acrítica de las situaciones de dominación. En Baukasten zu einer Theorie der Medien ["Elementos para una teoría de los medios de comunicación"], también hace una crítica a la posición abandonista de la izquierda respecto de los medios y cree que las tecnologías electrónicas permiten romper el monopolio precedente y abrir vías para la innovación social y la participación cívica. Frente a la función represiva de los medios es posible concebir una función liberadora. Por ello es necesario, insiste, que la izquierda elabore un discurso sobre la utilización creativa de los medios, alternativa a la industria, capaz de restituir la centralidad del espacio público. Esto es, encontrar un uso de los medios que sea social y culturalmente liberador, aumentando la capacidad de intervención o respuesta de las audiencias. En este libro sobre la teoría de los medios, escrito en 1970, desde una formulación marxista, se ha visto una Justificació completaanticipación de lo que tres décadas después sería Internet y el fenómeno de las weblogs, donde el aislamiento y la pasividad de las audiencias de los medios dominantes puede mutarse por un valor de uso social de la comunicación muy diferente. A continuación unos fragmentos:


El poder movilizador de los medios electrónicos es, precisamente, su secreto evidente, el factor político decisivo que, suprimido unas veces o fragmentado en otras, está esperando todavía que suene su hora. Donde digo “movilizar”, quiero decir “movilizar”. En un país que ha sufrido en su propio cuerpo el fascismo (y el stalinismo), quizá sea necesario explicar todavía (o de nuevo) lo que esto significa: hacer que la gente sea más móvil de lo que es. Que posea la libertad de un bailarín, la presencia de ánimo de un futbolista, el factor sorpresa de un guerrillero. Quien considera a las masas como objeto de la política, no logrará movilizarlas, sino que sólo quiere darle órdenes. Un paquete, por ejemplo, no posee movilidad, tan sólo se le envía de un lugar a otro. Las concentraciones multitudinarias, las columna y los desfiles inmovilizan a la gente. La propaganda que no da rienda suelta a la autonomía, sino que la paraliza, sigue el mismo esquema. Conduce hacia una despolitización. Por vez primera en la historia, los medios posibilitan la participación masiva en un proceso productivo social y socializado, cuyos medios prácticos se encuentran en manos de las propias masas. Porque una utilización de este tipo conduciría a los medios de comunicación (que hasta ahora llevan injustamente ese nombre) hacia sí mismos. Como se sabe, unos medios como la televisión y el cine en su aspecto actual, no están al servicio de la comunicación, sino que más bien la obstaculizan. No permiten ninguna influencia recíproca entre el transmisor y el receptor; desde el punto de vista técnico, reducen el feedback al nivel mínimo que permite el sistema. Sin embargo, este estado de cosas no puede ser justificado desde el punto de vista técnico. Muy al contrario, pues la técnica electrónica no conoce ninguna distinción de principio entre el transmisor y el receptor. Cualquier radiorreceptor a transistores también es, por la naturaleza de su construcción, una emisora en potencia, pues por acoplamiento o reacción puede actuar sobre otros receptores. Por lo tanto, la transformación de un mero medio de distribución en un medio de comunicación no ofrece ningún problema de índole técnica. Esta transformación se evita conscientemente por unas pésimas razones políticas. Así, la diferenciación técnica entre transmisor y receptor refleja la división social del trabajo entre productores y consumidores, que ha adquirido una agudización política especial en el campo de la industria de la conciencia. Porque, en último término, está basada en la contradicción básica entre las clases dominadoras y las dominadas (esto es, entre el capital o la burocracia y las masas dependientes por otro). Es falso considerar el equipo de medio como un simple medio de consumo. En principio, siempre son simultáneamente medios de producción. Y, puesto que se encuentran en manos de las masas, son medios de producción socializados. La oposición entre productores y consumidores, no es inherente a los medios electrónicos; más bien ha de ser afirmada artificialmente mediante unas medidas económicas y administrativas. De las ya indicadas propiedades estructurales de los nuevos medios se desprende que ninguno de los regímenes hoy en día en el poder es capaz de llevar a la práctica la promesa de aquéllos. Tan sólo una sociedad socialista libre podrá hacerlos productivos. Otra característica de los medios más avanzados, y quizás la decisiva, confirma dicha hipótesis: se trata de su estructura colectiva. En efecto, la posibilidad de que con ayuda de los medios cualquier individuo se podrá convertir en el futuro en productor, sería apolítica y estúpida, siempre que dicha producción quedara limitada a un manejo individual. El trabajo con los medios por parte de un individuo sólo es posible mientras se mantenga a un nivel secundario en el aspecto social y, consecuentemente estético. Una prueba de ello lo podría constituir la colección de diapositivas del último viaje de vacaciones. Esto es precisamente lo que buscan los mecanismos que dominan el mercado. Unos aparatos como la cámara de fotografiar, la cámara de cine de 8 mm y el magnetófono, que prácticamente ya se encuentran en manos de las masas, han demostrado hace tiempo que el individuo, mientras permanezca aislado, sólo puede hacer uso de tales aparatos como aficionado, pero nunca le servirán para convertirse en productor. •

Fragmentos tomados de Enzensberger, Hans Magnus. Elementos para una teoría de los medios de comunicación. Barcelona, Cuadernos Anagrama, 1984. (páginas 10, 30, 31 y 32)

Dentro de su abundante producción destacan también títulos como Mausoleo (1975), El hundimiento del Titanic (1978), El filántropo (1984), El diablo de los números (1997) o ¿Dónde has estado, Robert? (1998). En 1999 apareció el libro de poemas Más ligero que el aire. En 2002 publició Los elixires de la ciencia, una selección de poemas y ensayos. En 1963 recibió el Premio Georg Büchner. En 2002 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.