La condición postmoderna examina el conocimiento, la ciencia y la tecnología en las sociedades capitalistas avanzadas. Aquí se cree que el concepto de sociedad como forma de “unicidad” (como el de identidad nacional) está perdiendo credibilidad. La sociedad como algo único, se conciba como un conjunto orgánico o como un sistema funcional, o como un conjunto fundamentalmente dividido, formado por dos clases opuestas, ya no es creíble debido a la creciente “incredulidad respecto a” las “metanarrativas” legitimadoras. Dichas metanarrativas (por ej., “toda sociedad existe para el bien de sus miembros”) ofrecen una teleología que legitima el vínculo social y el papel de la ciencia y el conocimiento en relación con él. Es decir, una metanarrativa suministra un propósito “creíble” para la acción, la ciencia o la sociedad en general. En un plano más técnico, una ciencia es moderna si intenta legitimar sus propias normas mediante la referencia a una metanarrativa, o sea, una narrativa exterior a su propia esfera de competencia.
Dos metanarrativas influyentes son la idea de que el 
conocimiento se produce por sí mismo (típica del idealismo alemán) y la de que 
el conocimiento se produjo para un pueblo sometido que buscaba la emancipación. 
Por otro lado, la posmodernidad implica que hay oposición a esos objetivos del 
conocimiento y que, además, no existe ninguna prueba definitiva para sentar las 
disputas en relación con ellos. En la era de los ordenadores la posibilidad de 
que haya una justificación, incluso dos, para el conocimiento o la ciencia, se 
vuelve remota. Desde la Segunda Guerra Mundial, las técnicas y las tecnologías 
han “trasladado el énfasis de los fines de la acción a sus medios”. La 
legitimación del conocimiento no puede ya depender de una “narrativa grandiosa”, 
de modo que la ciencia se entiende mejor, actualmente, con arreglo a la teoría 
del “juego lingüístico” de Wittgenstein.
Un juego lingüístico significa que ningún concepto ni teoría 
podría capturar adecuadamente el lenguaje en su totalidad, aunque sólo sea 
porque el intentarlo constituye, ya en sí, su propio juego lingüístico 
concreto.
La ciencia es un juego lingüístico con las siguientes 
reglas:
- 
  Sólo son científicas las afirmaciones denotativas 
  (descriptivas) 
 
- 
  Las afirmaciones científicas son muy diferentes de las que 
  (se ocupan de los orígenes) constituyen el vínculo social 
 
- 
  Sólo se requiere competencia por parte de quien emite el 
  mensaje científico, no por parte de quien lo recibe 
 
- 
  Una afirmación científica existe sólo dentro de una serie de 
  afirmaciones a las que dan validez los argumentos y las pruebas 
 
- Teniendo en cuenta 4), el juego lingüístico científico exige estar al tanto del estado actual de los conocimientos científicos. La ciencia ya no necesita una narrativa para su legitimación, porque las normas científicas son inmanentes al juego.
Para que la ciencia “progrese” cada científico o grupo de 
científicos debe obtener la aprobación de todos los demás científicos en su 
campo. Y, a medida que el trabajo científico se hace más complejo, también lo 
hacen las formas de probar; cuanto más compleja la prueba, más compleja la 
tecnología necesaria para lograr niveles de validez aceptados generalmente. La 
tecnología, esencial para entender la forma del conocimiento científico en la 
sociedad del último cuarto del siglo XX, se rige por el principio del 
rendimiento óptimo: máxima producción con mínimo esfuerzo. Lyotard lo llama el 
principio de “performatividad”, y domina el juego lingüístico científico 
precisamente porque un descubrimiento científico requiere una prueba que cuesta 
dinero. La tecnología pasa a ser la forma más eficaz de obtener una prueba 
científica: “se establece, pues, una ecuación entre riqueza, eficiencia y 
verdad”. Aunque sigue siendo posible la investigación barata y pura en búsqueda 
de la verdad, la investigación costosa se está convirtiendo en la norma; y ello 
significa conseguir apoyo financiero. Para obtener financiación es preciso 
justificar la importancia a largo plazo de la investigación, lo que sitúa a la 
investigación pura bajo los auspicios del juego lingüístico de la 
performatividad.
Una vez que predomina esta última, la verdad y la justicia 
suelen ser resultado de la investigación con más fondos. Y, si quienes tienen 
dinero para financiar la investigación tienen también poder (y tienen poder, 
porque se aprovechan de la investigación), la era postmoderna sería aquella en 
la que el poder y el conocimiento entran en contacto mutuo como nunca antes.
Por otro lado, la performatividad puede permanecer en una 
posición de hegemonía en el juego lingüístico científico sólo si se deja de lado 
la cuestión de su legitimidad. Esto resulta fácil si dicha cuestión es lo mismo 
que la pregunta ¿qué es la ciencia? Sin embargo, una vez que la performatividad 
de la pregunta se plantea, aparece el límite de la racionalidad performativa, en 
la medida en que la performatividad no puede justificarse sino mediante una 
metanarrativa.
Situación actual y crisis de legitimaciones
 En La condición posmoderna, expresa Lyotard los cambios 
que habrá que esperar en las sociedades postindustriales muy desarrolladas, por 
influjo de la nueva tecnología informática. La pregunta que Lyotard se platea 
es: ¿se pueden predecir los cambios que sufrirá el saber mediante la nueva 
tecnología?
En La condición posmoderna, expresa Lyotard los cambios 
que habrá que esperar en las sociedades postindustriales muy desarrolladas, por 
influjo de la nueva tecnología informática. La pregunta que Lyotard se platea 
es: ¿se pueden predecir los cambios que sufrirá el saber mediante la nueva 
tecnología?
Según Lyotard, la multiplicación de las máquinas afecta a la 
circulación de conocimientos y a la conservación de los mismos en bancos de 
datos. De ahí se derivan consecuencias no sólo para la adquisición de los 
conocimientos, sino también para la naturaleza del mismo conocimiento. Parece 
que se camina hacia una traducción del conocimiento en datos o en lenguaje de 
máquinas. Esto podría llevar también a una subordinación del conocimiento a su 
posibilidad de ser traducido a datos.
Consecuencia de esto es que el principio tradicional según el 
cual la adquisición del saber es indisociable de la formación del espíritu y de 
la persona, cae y caerá aún más en desuso. El saber de la posmodernidad es visto 
en otro contexto y desde otra perspectiva, no está subordinado u ordenado a la 
formación.
Ahora se ve el saber desde una perspectiva nueva: la del poder 
y la de la producción. El saber se ha convertido y sigue convirtiéndose cada vez 
más en una fuerza de producción. Así como las naciones han luchado primero por 
dominar territorios y luego por explotar materias primas y poseer mano de obra 
barata, en el futuro competirán por dominar la información.
El saber y la información entrarán seguramente en conflicto con 
los Estados naciones. Hasta ahora los Estados han organizado ellos mismos la 
enseñanza en función de las necesidades del Estado, del buen funcionamiento del 
mismo, en función de la estabilidad y perduración del sistema. El disponer de 
bancos de datos podrá llevar en el futuro a otro tipo de enseñanza, desligada 
del Estado y sin estar al servicio del mismo. El saber, según esto, sería 
difundido no por su valor formativo, ni por su importancia política, 
administrativa, diplomática o militar, sino en su esquema de mercado: 
“conocimientos de pago-conocimientos de inversión”.
En épocas pasadas, realidades como la enseñanza o la 
investigación solían tener un fundamento filosófico, que constituía una visión 
de la realidad. Esta visión o ese fundamento servían de legitimación del saber. 
La posmodernidad, en cambio, se caracteriza por una multiplicidad de saberes y 
de lenguajes correspondientes diferentes, que no se pueden reducir a unidad ni 
legitimar desde un metalenguaje. El saber científico se caracteriza por la 
necesidad de pruebas demostrativas y por la capacidad de refutación de los 
enunciados contrarios. La “narración”, por el contrario, usa fábulas, mitos, 
leyendas, descripciones, etc. La narración no necesita legitimación;
- Se acredita a sí misma por la pragmática de su transición sin recurrir a la argumentación y a la administración de pruebas (La condición posmoderna, Barcelona, Planeta, 1993, p. 64)
Se trata de juegos de lenguaje diferentes, de tal manera que no 
se puede hacer un juicio crítico de uno a partir del otro.
La ciencia moderna admite que las condiciones de lo verdadero, 
las reglas de juego de la ciencia, son inmanentes al juego científico y han de 
ser establecidas en el seno de la ciencia misma, en un debate científico y por 
consenso de los expertos. Esta idea coincide con la emancipación de la burguesía 
de las autoridades tradicionales. Entonces se busca el sujeto que tiene derecho 
a decidir y a dar normas y prescripciones. Este sujeto es identificado con el 
pueblo y el signo de legitimidad es el consenso.
De esta manera se da un paralelismo entre legitimación de la 
ciencia y de la realidad socio-política.
- El pueblo está en debate consigo mismo acerca de lo que es justo e injusto de la misma manera que la comunidad ilustrada sobre lo que es verdadero y falso (p. 60)
El relato de legitimación en este contexto no es un relato 
científico, sino un relato de emancipación del pueblo, el cual debe alcanzar las 
libertades por medio del saber y del progreso. Estamos así ante una legitimación 
del saber por la formación espiritual y moral, que se puede resumir en una 
triple aspiración unitaria: a) “derivarlo todo de un principio original”, a lo 
que corresponde la actividad científica; b) “referirlo todo a un ideal”, que 
gobierna la práctica ética; c) “reunir ese principio y ese ideal en una sola 
idea”, lo que constituye el sujeto legítimo. Sin embargo, este juego de 
legitimación no es científico ni sociopolítico, sino filosófico especulativo. La 
filosofía tiene que lograr la unidad que se da en la dispersión de los saberes 
de las ciencias.
Según otro procedimiento de legitimación, el saber no encuentra 
su validez en sí mismo, sino en un sujeto práctico, que es la humanidad. El 
principio que la anima no es el saber, sino la libertad de su autofundación, la 
epopeya de su emancipación de todo lo que le impide regirse por sí mismo. En 
este contexto el saber positivo no tiene otra misión que la de informar al 
sujeto práctico acerca de la realidad en la cual debe inscribirse la ejecución 
de una prescripción. Se da una relación de medio a fin.
Otro esquema de legitimación es el marxista, basado en la 
dialéctica y la lucha de clases; sin embargo, el marxismo ha olvidado su aspecto 
crítico y la lucha de clases en lo que tenían de positivo, para imponer modelos 
totalitarios en su mayoría.
En general, en la modernidad se han dado tres metanarrativas: 
emancipación de la humanidad en la Ilustración, teleología del espíritu en el 
idealismo y hermenéutica del sentido en el historicismo. Lyotard cree que todas 
estas legitimaciones del saber están superadas. Los sistemas de totalidad o de 
unidad no tienen cabida en la cultura de la posmodernidad, tanto si se refieren 
al campo especulativo como si se refieren al campo práctico, emancipatorio o 
social.
Si, desde finales del siglo XIX, la ciencia está en crisis, es 
porque ha entrado en crisis el principio de su legitimación.
Diferentes juegos de lenguaje
 Según Wittgenstein, un juego de lenguaje es una práctica 
lingüística que puede ser inteligible con relativa independencia del resto de la 
actividad lingüística. Juegos de lenguaje diferentes implican diferentes reglas 
gramaticales. Conocer la gramática es conocer las relaciones internas en una 
práctica lingüística, y esas relaciones internas sólo pueden ser captadas como 
relaciones internas entre nuestras actuaciones. La idea básica que subyace a la 
utilización de la noción de “juego de lenguaje” por parte de Wittgenstein es su 
rechazo de la pretensión de buscar algún tipo de justificación externa a la 
gramática, a las reglas que rigen un juego de lenguaje. Hay muchas prácticas 
lingüísticas y no podemos buscar lo que las justifica, sino lo que las 
constituye: el hecho de que los hombres usen un lenguaje de cierta manera en su 
vida ordinaria y, con ello, establezcan las relaciones internas que establecen 
entre sus expresiones. Tales conexiones no pueden utilizarse para justificar o 
criticar la actividad humana en la que se expresan: tales conexiones son el 
reflejo de esa actividad.
Según Wittgenstein, un juego de lenguaje es una práctica 
lingüística que puede ser inteligible con relativa independencia del resto de la 
actividad lingüística. Juegos de lenguaje diferentes implican diferentes reglas 
gramaticales. Conocer la gramática es conocer las relaciones internas en una 
práctica lingüística, y esas relaciones internas sólo pueden ser captadas como 
relaciones internas entre nuestras actuaciones. La idea básica que subyace a la 
utilización de la noción de “juego de lenguaje” por parte de Wittgenstein es su 
rechazo de la pretensión de buscar algún tipo de justificación externa a la 
gramática, a las reglas que rigen un juego de lenguaje. Hay muchas prácticas 
lingüísticas y no podemos buscar lo que las justifica, sino lo que las 
constituye: el hecho de que los hombres usen un lenguaje de cierta manera en su 
vida ordinaria y, con ello, establezcan las relaciones internas que establecen 
entre sus expresiones. Tales conexiones no pueden utilizarse para justificar o 
criticar la actividad humana en la que se expresan: tales conexiones son el 
reflejo de esa actividad.
Lyotard está de acuerdo con Wittgenstein en que hay múltiples 
juegos lingüísticos. Un claro ejemplo de la diversidad de tales juegos 
lingüísticos y de las reglas de juego se ve al comparar el lenguaje narrativo de 
fábulas, mitos y leyendas y el lenguaje científico. En uno se necesitan pruebas 
demostrativas del enunciado y refutatorias del contrario; en el otro no. Dada la 
diversidad de ambos, no se puede considerar el valor de uno tomando el otro como 
norma. Pero aún dentro del lenguaje científico se dan diferentes juegos de 
lenguaje: simbolismo químico, lenguaje del código genético, etc. Según Lyotard 
es imposible legitimar y reunir todos estos lenguajes mediante un 
metalenguaje.
Ante este panorama de pluralidad y de irreductibilidad a una 
unidad se puede caer en el pesimismo o en la nostalgia de las legitimaciones 
perdidas, que son pérdidas de unidad y de visiones de totalidad. Lamentarse de 
esto equivaldría a lamentarse de que el saber no sea principalmente narrativo. 
Lyotard no considera una pérdida el hecho de que estas visiones se presenten 
como irrecuperables. La pérdida de las mismas, añade Lyotard, no hace que los 
hombres vivan por eso entregados a la barbarie.
- Lo que se lo impide es saber que la legitimación no puede venir de otra parte que de su práctica lingüística y de su interacción comunicacional (p. 78)
Legitimación por la ciencia y la técnica
En la actualidad se da otro intento de legitimación mediante la 
ciencia y la técnica, que puede constituir un peligro para la pluralidad 
reflejada en los juegos de lenguaje.
En las investigaciones científicas no se da un uso 
indiscriminado de los lenguajes, sino que este uso está sometido a una condición 
que se puede llamar “pragmática”, por la cual se formulan reglas que el 
adversario acepta. Al hacer esto se define una axiomática; ahora bien, Gödel ha 
mostrado que todos los formalismos, todos los sistemas axiomáticos, tienen 
limitaciones internas; pero, si esto es así, no se puede pretender en ellos una 
legitimación decisiva.
La cuestión de la legitimación del saber se plantea así: cuando 
se dice que un enunciado es verdadero, se presupone que se ha formulado un 
sistema axiomático, en el cual es decidible y demostrable; y se presupone que 
este sistema es tan satisfactorio para los interlocutores como es posible. Así, 
en realidad,
- El principio de un metalenguaje universal es reemplazado por el de la pluralidad de sistemas formales y axiomáticos [...], esos sistemas que están descritos en un metalenguaje universal, pero no consistente (p. 94)
El otro aspecto importante de la investigación es la 
administración de la prueba. Aquí se sigue una dirección muy diferente. Aquí se 
deberían constatar los hechos. Pero los sentidos son insuficientes para esta 
constatación y hay que recurrir a la técnica. El principio que sirve de guía 
entonces es la optimización de las actuaciones, que se resume en un aumento de 
la cantidad de información (output), y una disminución de la energía 
puesta (input) para obtenerla. Se impone la performatividad, esto es, la 
mejor relación input/output. El saber científico se subordina a la 
producción, se convierte en fuerza de producción. La norma no es ni lo 
verdadero, ni lo justo, ni el saber como tal, sino lo eficiente.
La prueba científica deja de ser argumentación, para pasar
- bajo el control de otro juego de lenguaje, donde lo que se ventila no es la verdad, sino la performatividad. [...] Pero es cierto que la performatividad, al aumentar la capacidad de administrar la prueba, aumenta la de tener razón: el criterio técnico introducido masivamente en el saber científico no deja de tener influencia sobre el criterio de verdad (p. 98)
 Lyotard ve en esto una raíz sociopolítica que lucha por el 
poder, tanto por partir del estado como por parte de la empresa. Éstos abandonan 
la legitimación idealista o humanista para justificar el nuevo objetivo: el 
poder. No se compran savants, técnicos y aparatos para saber la verdad, 
sino para incrementar el poder.
Lyotard ve en esto una raíz sociopolítica que lucha por el 
poder, tanto por partir del estado como por parte de la empresa. Éstos abandonan 
la legitimación idealista o humanista para justificar el nuevo objetivo: el 
poder. No se compran savants, técnicos y aparatos para saber la verdad, 
sino para incrementar el poder.
La performatividad se da también en la enseñanza. La enseñanza 
universitaria se encamina a formar las competencias que le son indispensables al 
sistema social. De ahí la importancia dada a todas las disciplinas que se 
refieren a la innovación tecnológica. No se intenta formar una elite capaz de 
dirigir a la nación a su emancipación, sino de preparar “jugadores” capaces de 
asegurar su papel en los puestos pragmáticos.
Lyotard critica aquí el uso de la tecnología para un nuevo 
proceso de uniformidad. La sustitución de la visión unitaria o totalizante por 
un criterio uniforme de uso no remedia los defectos de aquellos modos de 
legitimación.
La posmodernidad no se opone a la técnica, sino todo lo 
contrario. Se trata de evitar el peligro de un determinismo. El desarrollo 
tecnológico debería hacer posible lo que propone Lyotard:
- Pues está permitido representar el mundo del saber posmoderno como regido por un juego de información completa y en este sentido los datos son en principio accesibles a todos los expertos: no hay secretos científicos (p. 110)
Y añade que la misma performatividad sería aceptable, en 
parte:
- El incremento de la performatividad, a igual competencia, en la producción de saber, y no en su adquisición, depende, pues, finalmente de esta “imaginación” que permite, bien realizar una nueva jugada, bien cambiar las reglas del juego (loc. cit)
Legitimación y consenso
Lyotard se opone a la teoría del “consenso”, defendida por 
Habermas. Habermas busca un consenso universal por medio del diálogo de 
argumentaciones. Según Lyotard, aquí se presuponen dos cosas. En primer lugar, 
se presupone que todos los interlocutores se ponen de acuerdo acerca de las 
reglas o de las metaprescripciones (ordenadas a la praxis) universalmente 
válidas para todos los juegos de lenguaje. En segundo lugar, se presupone que la 
finalidad del diálogo es el consenso. Lyotard dice que ha demostrado que la 
finalidad del diálogo no es el consenso, sino que éste es sólo un momento del 
diálogo o de las discusiones.

 
 
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